SANA EL CORAZÓN ENFERMO 19/05/2013.
Introducción. Del norte al sur, del este al oeste, por todo el mundo se ha
escuchado el mismo grito, la misma voz: ¡"Ven
Espíritu Santo". "Ven padre de los pobres, Ven renueva la faz de esta
tierra"!, que estaba diseñada para que fuera ese Paraíso por el que
caminar juntos Dios y los hombres, a la hora de la brisa, como amigos que
disfrutan de estar juntos, que preparan y disfrutan de un banquete de bodas, y
que tristemente se ha convertido en un valle lleno de huesos secos.
Una
faz de la tierra ensuciada por la violencia, que maltrata a tus hijos, que los
destroza, que los convierte en simples trozos de carne, en cada bomba, en cada
explosión, en cada disparo, en cada violación, homicidio, esclavitud. En cada
decisión política donde lo que se defiende es un sistema económico y no al ser
humano. Una tierra que de las manos del creador se mostraba preciosa, sana,
equilibrada, sostenible, y que en manos de los hombres se ha convertido en un
desierto, en un sequedal inhabitable, con la balanza tremendamente
desequilibrada. Donde el Norte acapara, derrocha, asegura, almacena, ahorra y
guarda, y el Sur busca, rebusca entre montones de miseria, hambriento, famélico,
invisible a los ojos de la mayoría.
Pedir
al Señor que envíe su Espíritu no tiene nada que ver con lo poético, o con lo
estético, sino con la urgencia, con la desesperación, con el sentimiento de
impotencia de millones de personas que con gemidos inefables están pidiendo al
autor de la Vida que se manifieste. Que explique visiblemente si nos ha
destinado a un valle de lágrimas, si nos ha dado la vida para que suframos,
para que lloremos, para que nos rompamos. O por el contrario es el más
implicado y el más ocupado en transformar, en renovar, en acabar con una forma de vida que arruina el
proyecto de Dios y la vida de sus hijos.
Lo que Dios nos dice. "Ven, Espíritu Divino manda tu luz desde el cielo. Padre amoroso
del pobre; don, en tus dones espléndido; luz que penetra las almas; fuente del
mayor consuelo. Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las
lágrimas y reconforta en los duelos. Entra hasta el fondo del alma, divina luz
y enriquécenos. Mira el vacío del hombre, si tú le faltas por dentro; mira el
poder del pecado, cuando no envías tu aliento. Riega la tierra en sequía, sana
el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma
el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero. Reparte tus siete dones, según
la fe de tus siervos; por tu bondad y tu gracia, dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno.Amén".
La
venida del Espíritu Santo es la respuesta de Dios a la incapacidad que tenemos
las personas de vivir, de amar, de llevar las riendas de nuestra vida y del
mundo. Evidenciamos una y otra vez a lo largo de la historia de la humanidad
que separados de Dios los frutos que dejamos son de muerte, de destrucción, de
exterminio. Dios en su infinita bondad puso en nuestras manos el don y el
regalo más valioso que existe que es la libertad. Pero nosotros la utilizamos
para buscar nuestro bien y olvidamos el de los demás. Centrados en nosotros
mismos somos incapaces de prestar nuestra atención en algo que vaya más allá de
nosotros mismos, o de aquello que nos produce algún beneficio.
Donde
abunda el pecado sobreabunda la Gracia, y Dios que no se cansa de amar nos
vuelve a regalar lo que necesitamos para vivir su voluntad. "Pues
yo os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os
abrirá; porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se
le abre. ¿Qué padre entre vosotros, si su hijo le pide un pez, le dará una serpiente en lugar
del pez? ¿O si le pide un huevo, la dará un escorpión? Si vosotros, pues, que
sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del
cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?". Lc 11, 9-13.
Cuando acogemos el regalo del Espíritu en nuestra vida todo se renueva y se
transforma. Comenzamos a cambiar nosotros, y a través nuestro cambian los
ambientes que creamos. "En cambio, el fruto del Espíritu es:
amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio
de sí. Contra estas cosas no hay ley. Y los que son de Cristo Jesús han
crucificado la carne con sus pasiones y los deseos. Si vivimos por el Espíritu,
marcharemos tras el Espíritu". Gal 5,22-25. "Cuantos se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos
de Dios. Pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud, para recaer en el
temor, sino que habéis recibido un Espíritu de hijos de adopción, en el que
clamamos: Abba, Padre. se mismo Espíritu da testimonio a nuestro Espíritu de
que somos hijos de Dios; y , si hijos, también herederos; herederos de Dios y
coherederos con Cristo de modo que, si sufrimos con él, seremos también
glorificados con él". Rom 8,14-17.
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