POR UNA VEZ EN LA VIDA 21/04/2013
Introducción. Noto una invitación repetida una y otra vez de parte del Señor a
volver a ser pequeños y sencillos como los niños. Atentos a lo que cada día
ocurre, con detalle, con cuidado, poniendo lo mejor de nosotros en lo que hacemos,
sin esperar lo extraordinario, lo brillante, lo exitoso. No todo en la vida es
eficacia, utilidad, y objetivos cumplidos. Hay que dejar un amplio espacio a la
sorpresa, a la contemplación de la realidad que me envuelve, que me llama, al
juego, a la espontaneidad, al humor, como los niños. "Él llamó a un niño, lo puso
en medio y dijo: En verdad os digo que, si no os convertís y os hacéis como
niños, no entraréis en el reino de los cielos. Por tanto, el que se haga
pequeño como este niño, ese es el más grande en el reino de los cielos. El que
acoge a un niño como este en mi nombre me acoge a mí." Mt 18,2-5.
Porque
nuestra tendencia espontánea es fijar nuestra mirada en lo grande, en lo
espectacular, en lo que trasciende y deja huellas imborrables en la historia.
Nuestro paso por el mundo es muy breve y anónimo. Cuantos millones de hombres y
mujeres que han poblado el planeta a lo largo de los siglos han pasado, han
vivido y no sabemos nada de ellos. Ni sus nombres, ni sus logros, ni sus
fracasos. Y en absoluto significa que sus vidas sean estériles o infecundas.
Posiblemente han sido fieles a lo que tenían que vivir, que aprender, que amar.
Han unido y asociado sus vidas a otras personas para los que han sido
verdaderamente importantes y han creado relaciones nuevas, con creatividad, y
los que los han tenido cerca han reconocido sus vidas como buenas noticias para
los demás.
Cuanto
influye la providencia, para que nuestras vidas se crucen a lo largo de una
vida y nos conozcamos. Da vértigo pensar que perfectamente y estadísticamente
podíamos no conocernos, ni querernos, las personas a las que amamos y
conocemos. Es muy entrañable y sorprendente escuchar las historias que cuentan
las parejas de cómo se conocieron. O cuando contamos los religiosos o los curas,
como nos llegó la vocación, está lleno de casualidades, de anécdotas, de circunstancias que si no se
hubieran dado, nada sería lo que después fue. Cuanta gratitud, cuanto amor,
acompaña cada una de nuestras vidas y de nuestras historias. Es como para
agradecer y admirar. Por eso nuestra preocupación tiene que ser como la de un
niño. Reír, disfrutar, aprender, jugar y sorprenderme continuamente de lo que
vivo. Preguntar, caerme, llorar, y volverlo a intentar. Porque no estamos
solos, nuestra vida la acompaña y la cuida el que más nos quiere. Nuestro Buen
Dios.
Lo
que Dios nos dice. Nuestra memoria filtra mucho los datos que
recuerda. Y solemos grabar los datos relevantes, pero hay en lo pequeño, en lo
cotidiano, una cantidad de imágenes, de personas, de olores y sabores, de
risas, de sonidos, que no sirven para aprobar un examen o una oposición, pero
sí que sirven para sacar de nosotros una sonrisa, una carcajada, o unos ojos
llorosos invadidos por la emoción y la alegría, que nos hacen sentir dichosos,
felices, gozosos. "Al cabo de mucho tiempo viene el Señor de aquellos siervos y se
pone a ajustar las cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido cinco
talentos y le presentó otros cinco, diciendo: señor, cinco talentos me dejaste;
mira, he ganado otros cinco. Su Señor le dijo: ¡Bien, siervo bueno y fiel!;
como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; entra en el gozo de
tu Señor. Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: ¡Señor,
dos talentos me dejaste; mira he ganado otros dos". Su Señor le dijo:
¡Bien, siervo bueno y fiel!; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo
importante; entra en el gozo de tu Señor. Se acercó también el que había
recibido un talento y dijo: Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no
siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder mi talento
bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo. El Señor le respondió: Eres un siervo
negligente y holgazán". Mt 25,19-26.
Hace
50 años la Iglesia estaba viviendo el Vaticano II. Hace 50 años nació el Verbum
Dei en la isla de Mallorca. Hace 50 años un montón de hombres y de mujeres se
conocieron y decidieron compartir su vida, amándose, trayendo al mundo hijos e
hijas. Hace 50 años hombres y mujeres se entregaron a Dios y se consagraron como
sacerdotes o religiosos. Hace 50 años los trabajadores vivían sus profesiones
de forma responsable. Y los científicos invertían sus mejores energías para
hacer que la ciencia avanzara. Los artistas desplegaban sus talentos y captaban
la belleza que envuelve la realidad. La historia graba con letras doradas los
nombres de mujeres y hombres que han hecho cosas de una gran trascendencia.
Pero el mundo lo mueve y lo sostiene las manos providentes de nuestro Dios, y
la entrega fiel, diaria, anónima, de tantos que sin buscar fama o gloria
entregan diariamente lo mejor que tienen. "Llamando a sus discípulos, les dijo:
En verdad os digo que esta viuda pobre ha echado en el arca de las ofrendas más
que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa
necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir". Mc 12,43-44.
Cómo podemos vivirlo. Sin ahorrar en afectos, esfuerzos y cariños. Cada día es una nueva oportunidad de compartir con los demás los talentos que se nos han sido dados. Sin perder tiempo en comparaciones, en envidias o en rivalidades. Todos somos necesarios en este maravilloso proyecto de hacer del mundo un reino de hermanos. Todos llamados a compartir la misma vocación desde la sensibilidad particular que cada uno tenemos. Todos necesarios e imprescindibles. Todos uno agradecidos de los regalos y los dones que gratuitamente recibimos cada día. Compartamos gratis lo que gratis recibimos.
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