martes, 1 de enero de 2013

LA CASA OCUPADA. 27/10/2013

LA CASA OCUPADA. 27/10/2013


                Introducción. Si Dios quiere el próximo sábado celebraremos la inauguración de una nueva casa del Verbum Dei en Valencia, y celebraremos la transformación de un local que durante mucho tiempo fue un bar, construido y diseñado  para otro fin, pero que gracias al trabajo, y a la generosidad de las personas de fe, se ha podido transformar en casa de espiritualidad, en lugar santo, donde muchas personas podrán encontrarse con la bondad y la misericordia de Dios en sus vidas. Me ayuda, y me asombra esa posibilidad que Dios hace con nuestras vidas , y con toda la realidad, de hacerlo todo nuevo. "Y dijo el que estaba sentado en el trono. Mira, hago nuevas todas las cosas". Ap 21, 5. ¿Quién la iba a decir a esas paredes y a esos suelos que tantas colillas, tantas cabezas de gambas, y tantos huesos de aceitunas han soportado, que iban a acoger la Palabra? ¿Ese ambiente cargado de humo, de voces, de protestas viendo un partido de futbol, o hablando de política, ahora serán tienda de encuentro entre Dios y sus hijos?

                Cuantas veces tendremos que agradecer las apuestas arriesgadas que Dios hace con nuestras vidas. Y con la vida del mundo, donde lo que nosotros vemos es un desierto, un caos, una realidad que no puede transmitir vida, pero Dios ve la realidad con sus ojos esperanzados, y tiene la convicción que si la cuida, la ama, al final será capaz de albergar grandes frutos.

                Lo que Dios nos dice. Puede ser que durante muchos años nuestra vida se haya dedicado a otras actividades, que nuestros deseos hayan sido otros. Pero la oferta del Señor nos regala la posibilidad de nacer de nuevo, de volver a empezar, de renovarnos desde lo más profundo de nuestro interior, y ser creaturas nuevas, capaces de dedicar lo mejor de nosotros a construir un reino de vida y de amor. " Sin embargo, todo eso que para mí era ganancia, lo he consideré pérdida a causa de Cristo. Más aún: todo lo considero pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo perdí todo, y todo lo considero basura con tal de ganar a Cristo y ser hallado en él, no con una justicia mía, la de la ley, sino con la que viene de la fe de Cristo, la justicia que viene de Dios y se apoya en la fe. Todo para conocerlo a él, y la fuerza de su resurrección, y la comunión en sus padecimientos, muriendo su misma muerte, con la esperanza de llegar a la resurrección de entre los muertos". Filp 3,7-11.

Hay una imagen que utiliza la Biblia de comparar el corazón de los humanos con una casa. Y depende de quien la habita es una casa llena de vida, de luz, de amor, o por el contrario un lugar de oscuridad, que ahuyenta, que provoca rechazo. Nuestros corazones, como nuestras casas, expresan hacia fuera las personas y los ambientes que las habitan. "Porque de lo que rebosa el corazón habla la boca". Mt 12, 34.

                Y yo mirando mi propio corazón descubro que he vivido esa evolución, y esa transformación, naciendo de nuevo a una nueva forma de vida. Es cierto que en momentos se ha convertido en una cueva de ladrones. Una cueva donde habitaba la insatisfacción, la no aceptación de quién era yo, y de cómo me trataban los demás. En mi corazón estaban los ladrones de afectos, mendigando por todos los rincones la valoración, el amor, el cariño que ni sentía ni encontraba.

                Invertimos muchas de las mejores energías de nuestra vida en buscar aceptaciones, valoraciones, buscando fuera, en las personas, en los éxitos, en las metas, lo que sólo nos puede dar el encuentro con quien nos ha creado. Hasta que ha venido el que es capaz de poner orden, el que limpia, el que expulsa a los vendedores del templo, el que devuelve la dignidad, y la auténtica identidad a quien la ignoraba.

                "Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia." Jn 10, 8-10.

                Es la mirada misericordiosa, y la esperanza ciega en que su amor es fuente de salud, de alegría, de renovación lo que le hace a Jesús acercarse a todas las gentes y ofrecerles que le sigan. Y hace que los ciegos vuelvan a ver, que los cojos salten de alegría. Que los corazones desconfiados y heridos vuelvan a amar, y que un valle lleno de huesos secos, se vuelvan a cubrir de vida. "Hasta que se derrame sobre nosotros un espíritu de lo alto, y el desierto se convierta en un vergel, y el vergel parezca un bosque. Habitará el derecho en el desierto, y habitará la justicia en el vergel. La obra de la justicia será la paz, su fruto, reposo y confianza para siempre. Mi pueblo habitará en moradas apacibles, en tiendas seguras, en tranquilos lugares de reposo". Is 32,15-18.

                Cómo podemos vivirlo. Hay veces que nuestra vida parece una casa okupa, de puertas abiertas donde hay mil cosas que nos preocupan a la vez. Mil voces se oyen en ella, mil exigencias a las que responder. Y es muy cansado, contando solo con nuestras pocas fuerzas, poder hacer frente a tantas responsabilidades. Invitar a Jesús a que se quede en nuestra casa, como hizo Zaqueo, es invitar a quien está a gusto, a quien trae la salvación  a esta casa. Nos invita a sentarnos a sus pies a escuchar la maravilla de vida que nos quiere regalar. Como hizo con las hermanas Marta y María. Nos regaña si andamos fatigados y agobiados, nos invita a compartir con Él el suave yugo, y la suave carga, de vivir amando, regalando lo mejor de nosotros todos los días de nuestra vida.

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