LA PENDIENTE DE LA EXISTENCIA 26/05/2013
Introducción. Me voy haciendo cada día
más consciente de cómo pasa el tiempo y como nos vamos debilitando y
empobreciendo, y como nuestros cuerpos, nuestras capacidades, nuestra energía
vital se va desgastando. Los que sois más mayores seguro que pensáis al leer la
escuelilla que soy todavía joven como para ir pensado estas cosas." Pero si estas hecho un chaval, ya
verás cuando llegues a la edad nuestra..". Pero un hombre de 42 años,
cuando yo era joven, era un veterano y se le llamaba señor. Me encanta
compartir lo que vivo, que no es invención o poesía, es lo que estoy
aprendiendo y cómo la fe me ayuda a vivirlo, reconociendo la salud como un
regalo, como un don, no como una exigencia o un derecho. "Si aceptamos de Dios los bienes,
¿no vamos a aceptar los males? A pesar de todo, Job no peco con sus
labios". Job 2,10. Si cuando los años nos han regalado salud,
energía, elasticidad, resistencia, no hemos vivido agradecidos al autor de la
vida, me parece una gran injusticia que luego cuando vamos perdiendo esa misma
salud nos quejemos y protestemos airadamente. Haciéndole responsable de lo que
es el proceso natural, común a toda la realidad creada. Todo nace, crece, se
reproduce y finalmente muere. Toda resistencia y negación de esa realidad es
desconocimiento profundo de las fuerzas y las leyes de la vida.
Es cierto que hay épocas del año de una
especial intensidad y exigencia de actividad, pero independientemente del
cansancio normal del mucho trabajo, del desgaste propio de una misión llena de
amor y de generosidad, noto que aparecen dolores nuevos, afonías impensables, y
bajones con un sabor diferente a los conocidos. Me voy haciendo mayor, y eso se
puede vivir y encajar de muchas maneras diferentes. Con tristeza ante la evidencia
de de aquí hacia delante todo lo que me espera es ir bajando la cuesta, cada
vez más atento y preocupado por la salud, visitas a los médicos, análisis,
resultados, tratamientos. Con nostalgia de quien se refugia en el pasado, en
los recuerdos, añorando épocas pasadas. O por el contrario se puede vivir en la
clave de la gratitud y de la conciencia de que está vida la tenemos para
compartirla, para entregarla, para regalarla. No para conservarla y meterla en
un museo.
Lo que Dios nos dice. "Entonces dijo a los discípulos: El que quiera venir en pos de
mí que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque quien
quiera salvar su vidas, la perderá; pero el que la pierda por mí , la
encontrará. ¿Pues de qué le servirá a un hombre ganar el mundo entero, si
pierde su alma? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Mt 16,24-26. Me sirve
mucho recordar que la vida no es una posesión, no nos pertenecemos. Ni hemos
firmado un contrato de permanencia, ni de duración. Sabemos que vivimos por el
puro amor de Dios, que nos creó y por el puro amor de Dios que nos mantiene
vivos. Por eso cada día que pasa, cada movimiento de mi corazón, cada
respiración, cada vez que el aire invade mis pulmones, y la sangre recorre a
una velocidad vertiginosa esa increíble red de venas y arterias está ocurriendo
el gran milagro de la Vida. Somos creados y re-creados cada día, cada hora,
cada minuto. Dios nos piensa, nos ama, y por eso existimos. De ese gran milagro
no nos podemos distraer, no nos podemos acostumbrar. "¿Qué saca el obrero de sus
fatigas? Comprobé la tarea que Dios ha encomendado a los hombres para que se
ocupen en ella: todo lo hizo bueno a su tiempo, y les proporcionó el sentido
del tiempo, pero el hombre no pudo llegar a comprender la obra que hizo Dios,
de principio a fin. Y así he comprendido que el único bien del hombre es
disfrutar y pasarlo bien en la vida. Pero que el hombre coma, beba y se regale
en medio de sus fatigas es don de Dios. Comprendí que todo lo que hizo Dios
durará siempre". Ecle 3,9-14.
Cuando uno es
joven no tiene la calma necesaria para pararse a contemplar, a saborear, disfrutar de lo sencillo, que es donde con
más claridad descubrimos lo divino.
"En verdad, en verdad te digo: cuando eras más
joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo,
extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras. Esto dijo
aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió.
Sígueme". Jn 21,18-19.
La madurez y la libertad que regala la fe nos hace vivir
agradecidos por todo lo que recibimos, y que gratuitamente queremos compartir.
Y el paso del tiempo no se convierte en la angustia de quien va perdiendo
oportunidades de ser feliz, al contrario, el paso del tiempo nos recuerda que
nos vamos dando y entregando, en una permanente ofrenda de amor. Nos
convertimos en colaboradores de Jesús, constructores en nuestros ambientes del
Reino de Dios. Sembrando nuestras vidas seguro de recoger fruto que permanece. "En
verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda
infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde,
y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna.
El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi
servidor". Jn 12,24-26.
Cómo podemos vivirlo. El reloj nunca se
detiene, y la vida fluye delante de nosotros a un ritmo imparable. Somos cada
uno de nosotros los que decidimos libremente como emplear el tiempo, los
talentos y las capacidades que nos han sido dadas. Podemos priorizar todo lo
que nosotros somos. Nuestro gustos, nuestros intereses. Pretender que todo y
todos giren alrededor nuestro. El resultado es el egoísmo y la soledad. Por el
contrario puedo vivir sintiendo que soy un regalo de Dios para las personas que
tengo cerca, y a las que me puedo dar. Dando mi tiempo, mi atención, mi
experiencia, mi alegría. Cuanto recibimos diariamente de Dios a través de los
demás. Cuanta gratitud se acumula cuando vivimos acompañados por la fe un día
cualquiera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario